viernes, 28 de junio de 2013

Sandlfies of Salisbury

No sé qué les darán a los mosquitos de por aquí, pero pican como demonios. No me acuerdo de cuantas picaduras rasqué, pero cuanto más rasco más salen, cual cantimploras de Zumrok, de aquellas que vendía Palomares y que se compraban con cinco duros.

Dicen que sarna con gusto no pica, pero todo tiene un límite. El caso es que el fin de semana decidí salir del área de influencia del hotel, cosa que no había hecho durante los dos fines de semana pasados debido a una presentación que tuve que hacer vía internet a los compañeros de Yebes, que por cierto no salió como esperaba pero bueno, como dicen por allí mañana volverá a salir el Sol. Aún así estoy contento porque creo que he interiorizado unos cuantos conceptos que necesitaba controlar de una vez. No quiero aburrir al ávido lector con reflexiones banales así que pasemos directamente a contaros las desgracias que me ocurrieron este fin de semana!

Merrimack a su paso por Lowell
Como decía, el Sábado amaneció buen tiempo, como se esperaba. La predicción era muy buena para todo el fin de semana, con temperaturas muy altas, rondando los 90º (Farenheit, que sino no estaría escribiendo esto, que son unos 30ºC. Mucho calor y mucha humedad también. Me había llegado el recambio para la bici (he roto el cambio en un alarde de potencia) y Chris Eckert, un chaval que trabaja en el observatorio, muy introvertido pero que parece buena gente y que es gran aficionado a las bicis me prestó sus herramientas para que reparase a Anacleta, así que a las 12 ya estaba listo para salir. Escogí bajar el río Merrimack desde Lowell hasta su desembocadura en Newburyport. Tenía curiosidad por ver qué pasaba en un río de tanto caudal. Son unas 33 millas (~50km) así que iba a echar todo el resto de día. Por fortuna tuve la genial idea de traerme el saco, así que podía quedarme a dormir en la playa. Antes de nada comprobé que no me iba a llevar la marea, porque con esto de la superluna lo mismo amanecía en Ferrol. Efectivamente aún quedaba playa, y esta era suficientemente amplia para alojarme. Me hice un hatillo con las pocas posesiones que llevaría, navaja, frontal, recambios para la bici, agua, la sudadera de rockport por si acaso (no necesito una de newburyport por el momento) la guía del Lonely Planet, pasaporte algunos dolares y el smartphone, que puedes salir de casa sin cerebro pero no sin smartphone, y me lancé río abajo a verlas venir.

Todas las ciudades que puedes visitar a lo largo del río fueron construidas con el mismo fin. Las fábricas textiles.

Durante parte del trayecto tienes posibilidad de recorrer los márgenes de río que en las inmediaciones de las ciudades cuentan con carril para viandantes y bicidantes. Desgraciadamente son los menos kilómetros, así que durante un buen trecho has de compartir camino con coches y motos. Tienes varias opciones así que puedes escoger la carretera menos transitada. Fundamentalmente son cuatro las ciudades por las que pasas, Lowell, Lawrence, Haverhill y Newburyport. Las tres primeras son del mismo corte, ciudad con apariencia decadentes, intentando desesperadamente reinventarse tras años de depresión fruto de la pérdida de trabajos con el traslado de las fábricas textiles. Del río Merrimack salieron muchas camisas y pantalones, pero hace tiempo que otros ríos más jóvenes, más baratos y probablemente más orientales silenciaron sus tejedoras. Por el camino compré unas fresas que me sirvieron para reponer energías, mover los 15kg que le calculo a Anacleta más mochila supone un gasto energético considerable. Se las compré un fulano muy amable que tenía una granja familiar al lado de la carretera y había inundado el tramo de carteles refrescantes. Muy buenas la verdad, la publicidad no era engañosa. Después de varias horas de sufrido pedaleo llegué al primer destino de playa, Newburyport, un pequeño pueblo marinero reconvertido al turismo estacional, como todos vaya. Aquí la influencia irlandesa se nota aún más y abundan las banderas y la cerveza. Reposté con un par de pintas y un sandwich de tuna que me supieron a gloria bendita (estoy convencido de que la felicidad está en el contraste, no en la abundancia, aunque aún no lo puedo confirmaro XD). Con la segunda pinta en The thirsty whale (la ballena sedienta, literalmente) la gente de mi alrededor ya empezaba a preguntarme de dónde había salido. (llevaba buenas pintas y encima no hablo bien inglés así que la curiosidad les picaba fuerte). Eran oriundos, gente maja y campechana, como Juan Carlos, aunque no sé si estos cazan elefantes en Botsuana. Una pareja me dijo que viajarían en Septiembre a Lisboa, así que les recomendé que visitaran la costa Sur, desde Sines hasta Cabo San Vicente, que tan buen recuerdo me dejó cuando fuí con Noemi hace unos años. Salí de la ballena sedienta en cuanto pude porque la cosa se alargaba y ya me veía allí tomando pintas hasta las tantas y todavía tenia que buscar guá para pasar la noche.
Estuario de Newburyport

Desde Newburyport sale una carretera hacia el norte, dirección Portsmouth, unos 33 km al norte, que se desdobla al poco de empezar, si coges el ramal oriental, irás por una pequeña carreterilla pegada al mar, de nombre Ocean Boulevard. Este era mi camino, que además de ser el de mejor paisaje me permitía escoger sitio en la playa, que se prolonga durante casi todo el camino hasta Portsmouth. La zona más accesible de la playa era una feria, muy al estilo valenciano, al menos las playas que yo conozco, con luces de colores, todo tipo de chiringuitos y gente muy morena y con buenas reservas para el invierno desplegando todo tipo de bártulos sobre la parcela que habían luchado ferozmente durante la mañana.


Por suerte a la gran mayoría no le gusta andar (probablemente por no gastar las reservas invernales), así que cuatro pasos más allá tenía toda la playa del mundo. En una zona más apartada pequeñas hogueras comenzaban a arder y los grupos de amigos se comenzaban a reunir para celebrar un nuevo atardecer. Algún pescador intentaba aprovechar los mejores momentos del día, si había suerte a lo mejor podía cambiar un pez por una cerveza. Monté el campamento y aún me dio tiempo a darme un baño con algo de luz. Desconozco la razón científica, pero el agua de este lado del oceáno está bastante más fría, no me dió tiempo a más de un puertu chicu cuando ya estaba empezando a sentir amputación en los dedos de los pies. Por suerte la temperatura fuera era excelente. Foto del atardecer, unos momentos de reflexión y a dormir, que mañana sacan el Sol a las 5.30.




Aún me cuesta creer que un fulano se subiera allá arriba ...

Lo de dormir es una figura poética. A pesar de que empecé con un buen sueño de un par de horas, los cabrones de los mosquitos esperaron a que me durmiera para empezar a divertirse. Me pusieron fino los jodidos. Me acordé bastante de no haber comprado antimosquitos! En fin, unas veces se gana y otras se aprende. Por si lo de con los mosquitos no me hubiera quedado a gusto, la madre naturaleza me envió otra plaga, esta vez de lluvia. Que comiencen las burlas. Recogí rápidamente el saco para que no se me mojara y fui a refugiarme a un tendajón que había no muy lejos, por suerte no duró mucho y no fue muy intensa así que la arena no estaba muy mojada. Pero no iba a ser la última vez que la lluvia me visitara. Fueron varias las ocasiones que me ví amenazado aunque finalmente la cosa no paso a mayores, y como la temperatura seguía siendo buena se podía aguantar. Me sorprendió la cantidad de gente que te puedes encontrar en la playa por la noche. Mucha gente debe haber en este mundo. Como anécdota, en una de esas lluvias intermitentes a eso de las 2 de la mañana, me crucé con un tipo que debía ser de mi edad. El tío estaba más perdido que yo, me preguntó por dónde se iba a algún lugar para mi ininteligible. Le dije, que no era de allí, que siguiera caminando y si empezaba a notar húmedos los pies se diera media vuelta, pero que no podía hacer mucho más por él.



Finalmente conseguí dormirme por unas pocas horas, y cuando abro el ojo ya por la mañana, (el Sol sale entorno a las 5h30) ya tengo toda una legión de paseantes de perros y fanáticos del footing mañanero desplegándose a mi alrededor, y yo allí como un naufrago. Ya después de que unos cuantos perros se acercaran a olisquearme y que el Sol estuviera lo suficientemente alto como para confiar en que no cayera de nuevo por debajo del horizonte,  recogí los bartulos y busque un bar para desayunar. Tarea titánica en este lugar del mundo, cosas como la facilidad para encontrar un bar hacen que eche mucho de menos España. Un café y un croisant que te devuelven a este mundo, cosa difícil aquí que como ya sabéis el café es agua turbia y el desayuno se gesta a base de bacon, huevos, mucho queso y más hamburguesas. Es increíble la poca idea que tienen de comer bien, es algo que no acabo de comprender. La ruta 1A me llevó dirección norte, siempre al lado del mar, como en un buen anuncio de coches. Me crucé con muchísimos ciclistas, la mayoría grupos de gente mayor, la media estaría en los cincuenta y muchos. Para mí el final del camino estaba en Portsmouth, pero la carretera sigue hacia el norte hasta Portland, en el estado de Maine. Esta parte de la costa Este, la más septentrional, está relativamente despoblada y abundan los paisajes naturales, generalmente marismas que se adentran en una llanura de gran extensión (aquí no hay Picos de Europa). Imagino que según viajas hacia el Sur el paisaje también vaya cambiando.

Ford A (~1930 dC)

Portsmouth en otro puerto histórico de Nueva Inglaterra, con actividad desde mediados de 1600, y muy ligado al mercado de esclavos africanos. No pasé allí mucho tiempo porque no es especialmente diferente a lo que ya había visto. Estados Unidos tiene un serio problema con el transporte público, así que para volver al hotel no me quedó más remedio que coger un autobús a Boston y de allí el tren a Lowell, lo que significa aproximadamente una hora y media más de innecesario camino. Lo que esta expedición nos deja como moraleja es que si estas aburrido en tu casa, cualquier momento es bueno para armar un petate y salir a buscarte la vida ahí fuera, sin ninguna duda vivir tu vida es una aventura mucho más enriquecedora que ver como los demás hacen que viven la suya. Y que comprar antimosquitos antes de salir de casa nunca está de más.

Parece ser que los picotazos del sábado por la noche eran de sandfly, un díptero muy común en las zonas arenosas, especialmente Florida y que provoca unas ronchas que pican un montón. Doy fé de ello.


miércoles, 12 de junio de 2013

On the road

Al fin conseguí alquilar un coche. Me salió algo más caro de lo que esperaba en un principio, es lo que tiene ser turista es estos lares. Lluvias torrenciales, aquí los fenomenos meteorológicos también son a lo grande, me obligaron a cambiar el itinerario, ya que en un principio me dirgía al norte, al estado de New Hampshire para conocer las White Mountains.
Yale

Salí la mañana del sábado sin saber muy bien a dónde me dirigía manejando un Pontiac automático (pasé bastante tiempo cuidándome de no intentar cambiar de marcha) por la interestatal 95 dirección Sur, hacia Rhode Island. La interestatal 95 recorre durante 1920 milas (3100 km) la costa Este estadounidense, entre la frontera con Canadá en Maine hasta Miami, Florida. Crucé Rhode Island sin que la lluvia diera tregua, es un estado muy pequeño que hace esquina entre Massachusetts al norte, Connecticuit al oeste y el atlántico al este, su capital es Providence. La primera parada fue ya en Connecticuit, en New Haven, donde está la universidad de Yale, otra de las famosas trece de la Ivy League de la que ya hablé en alguna ocasión. El campus hace honores a su fama, de nuevo edificios de estilo británico del siglo XIX cercando patios con grandes jardines. Da un poco la impresión que estas universidades son el vínculo que les queda a los estadounidenses con la cultura británica. Todavía sigo sin saber como se hace para pagar el ticket del parking aquí en nueva inglaterra. En los parquímetros solo hay ranura para monedas o para tarjeta, pero no para que te devuelva el ticket! Al menos tuve suerte y salí de New Haven sin que me multaran.
Lago Ontario desde Oswego

Nueva York no queda muy lejos de New Haven, unas 60 millas al suroeste siguiendo la línea de la costa. La idea inicial era parar en algún pueblecillo de la costa a medida que me acercaba a nueva york para ver la ciudad en la puesta de sol desde lejos y lluego girar hacia el norte alejandome de allí, pero como soy un descerebrao que no ve el  peligro venir ni aunque toque la campana, me dije a mi mismo (ya os comenté que  hablo mucho conmigo, de hecho no sería la última vez en este viaje), para una vez que estás tan cerca de nueva york no lo puedes dejar pasar, además tienes un tomtom que es bastante más listo que tú y te sacará del más turbio de los callejones en que te puedas meter, o eso espero. Así que conduje por las calles de nueva york, como un neoyerquino automovilista más. Pasé el Bronx y Harlem con más cuidao que metiendo una mercedes XL en un garaje de barrio, nunca nadie fue tanto tiempo por el centro de su carril. Poco a poco la ínsula de tierra entre el Hudson y el oceano se iba haciendo más pequeña, y seguiamos teniendo que caber todos. Los edificios se hacían cada vez más y más grandes hasta que ya sólo quedaban rascacielos. Es realmente impresionante, probablemente la noche hace la ciudad un poco más mágica, con las ventanas iluminadas en los edificios  le da un aspecto majestuoso, los rascacielos parece que salen del mímisimo río Hudson, están en la puñetera orilla, es increible. No llegué siquiera a bajarme del coche, no sabría que hacer con él pero como el circular por la ciudad es lento me daba tiempo en los semáforos a sacar el cabezón por la ventanilla para esnucarme intentando ver donde acababan los edificios. Crucé Manhattan de este a oeste y norte a sur, de modo que acabé saliendo por Lincoln Bridge hacia el Noroeste.

Logré salir de Manhattan sin un rasguño, menudo triunfo. Rumbo al norte, nada más salir de la ciudad me toca parar a echar gasolina, lo cual fue otra librada porque no hubiera molao nada quedarse sin caldo en mitad de la gran manzana. La gasolinera era fuertemente transitada, parecía los boxes de formula uno cuando caen cuatro gotas. Allí un señor con gran bigote y muchos años de oficio aprovechó la coyuntura para echarme gasolina 89 en vez de 87, que era la barata. (el octanaje es menor que en españa, hay 89, 87 y 93). A la salida de la gasolinera un cartel marcaba un area de descanso que marcaba mirador de la ciudad, y para allá que fui. Al otro lado del Hudson la ciudad se despedía con una luna llena que comenzaba a asomar por encima de los rascacielos. Me hubiera gustado hacer una foto de aquel momento pero ni los medios técnicos ni los conocimientos teóricos eran suficientes. Como mi camino era largo no me quedé mucho tiempo observando el panorama.

A la mañana siguiente llegué al lago Ontario a una pequeña ciudad llamada Oswego, en la orilla sur del lago. Para confirmar que es un lago necesitas darle la vuelta entera, porque desde la orilla no ves el otro lado. Tiene olas y creo haber visto alguna gaviota. Siendo el más pequeño de los grandes lagos, tiene 300 km de largo por 80 km de ancho, con una profundidad máxima de doscientos y pico metros. No sé exactamente a que temperatura estará el agua, pero os digo que no recuerdo haberme bañado antes en un agua tan fría, por que claro, si había entrado en Manhattan con el coche, porque iba a dejar de bañarme en un lago en Canadá. Comí en un chiringuito que se asemejaba a un chiringuito de playa, donde había mucha gente comiendo marisco y pescado, del lago Ontario. Para volver a Lowell decidí bajar por el río Mohawk (en coche, no en canoa) hacia Albany. Un acierto porque la carretera que era secundaria zigzageaba por las orillas del rió subiendo y bajando colinas, y las vegas que dejaba a los lados eran de película. Además resulta que esa es una zona donde hay colonias de amish, ahí es donde ví la señal del otro día. Los amish se concentran en Pensilvania, pero no es la única región de america donde los puedes encontrar. Perdí una media hora por carreteras comarcales buscando granjas de amish, y aunque no las encontré, tuve la recompensa de cruzarme con dos carros de amish. Son como se ve en la tele, con ropas antiguas y sobrias y los hombres llevaban barba sin bigote, porque curiosamente el bigote lo asocian a la violencia, son la leche, me quedo con ganas de hablar con ellos. El río Mohawk se une al Hudson en Albany, que es la capital del estado de Nueva York y una ciudad que merece la pena visitar con mucha historia detrás y con edificios de aquellas épocas. Remontando el Hudson puedes llegar tras unas pocas millas a Saratoga, un pequeño pueblo muy bonito con muchos jardines que alberga un famoso hipódromo. Además a pocos kilométros del pueblo se libró la batalla de Saratoga, que cambió el rumbo de la guerra de Independencia siendo la primera victoria de los colonos. También hay un gran lago (esta vez si se ve la otra orilla) donde la gente tiene pequeños barcos. Parece una zona con buena calidad de vida. de saratoga volví a lowell
 Atravesando los apalaches por las green mountains, atravesando vermont y new hampshire por el sur. Vermont parece un territorio que merece una nueva visita
Lago Ontario


En realidad esto data de finales de Mayo, pero por diversos motivos tecnicos lo publico ahora.